La zapatería y los primeros diálogos socráticos

Lindsey Hall

Algunas vistas te dejan sin aliento con su majestuosidad: imponentes columnas, estatuas de mármol que brillan bajo el sol mediterráneo o vistas panorámicas de antiguos teatros. Este modesto letrero, encaramado sobre un puñado de piedras erosionadas en el Ágora ateniense, ciertamente no es uno de ellos.


Cuando lo vi por primera vez hace unos años, durante una visita a Atenas en diciembre de 2018, para ser sincero... me pareció completamente anodino. Solo otro hito arqueológico entre los innumerables que se encuentran dispersos por este extraordinario sitio. Sin embargo, algo en su discreta presencia me intrigó lo suficiente como para tomarle una foto. Mi instinto me decía que esta historia ocultaba algo más de lo que parecía.

De vuelta en mi hotel esa noche, la curiosidad me venció y me encontré sumergiéndome en Google para descubrir qué se escondía tras ese simple cartel. Lo que descubrí fue mucho más extraordinario de lo que podría haber imaginado.

El filósofo zapatero

El letrero marca el taller de Simón: no Simón el Grande ni Simón el Magnífico, sino Simón el zapatero. Vivió y trabajó aquí a finales del siglo V a. C., justo en las afueras del bullicioso Ágora, el corazón palpitante del comercio, la política y la vida cotidiana de Atenas. Sus manos estaban teñidas con tinte para cuero, y sus días transcurrían con el rítmico martilleo y costura que mantenía los pies atenienses calzados y cómodos.

Pero Simón no era un comerciante cualquiera. Este humilde zapatero era socio del propio Sócrates. Más notable aún, Simón era un filósofo por derecho propio, contribuyendo al nacimiento mismo del diálogo filosófico documentado.

Donde se reunieron las mentes jóvenes

El historiador Jenofonte nos cuenta algo fascinante sobre cómo se difundió la filosofía en la Atenas clásica. A los jóvenes no se les permitía entrar al Ágora propiamente dicha; ese espacio sagrado estaba reservado para los ciudadanos de pleno derecho que se dedicaban a los asuntos importantes de la democracia y el comercio. Pero la juventud siempre encontrará la manera, ¿no?

Estas jóvenes mentes entusiastas se reunían en los talleres que rodeaban el Ágora. Allí, entre las herramientas de diversos oficios, podían escuchar, aprender y conectar con las ideas que revolucionaban el pensamiento humano.

El nacimiento del diálogo

Sócrates, siempre maestro, lo comprendió a la perfección. En lugar de limitarse a las escuelas formales o a las grandes aulas, buscó estos talleres. Deambulaba de tienda en tienda, interactuando con los comerciantes y sus jóvenes clientes en el tipo de conversaciones inquisitivas y cuestionadoras que se convertirían en su sello distintivo.

La zapatería de Simón fue uno de estos lugares de encuentro cruciales. Pero Simón fue más allá de simplemente organizar estas conversaciones; comenzó a escribirlas. Hasta donde su memoria le permitía, capturó estos intercambios entre Sócrates y los diversos visitantes de su taller. Estos se convirtieron en los primeros diálogos socráticos jamás plasmados por escrito.

Piénsenlo un momento. Antes de los famosos diálogos de Platón, antes de los textos filosóficos que llenarían incontables estanterías de bibliotecas, estaba Simón el zapatero, trabajando a la luz de una lámpara tras una larga jornada de fabricación de zapatos, registrando cuidadosamente las conversaciones que había presenciado y en las que había participado.

De pie donde estuvieron los gigantes

Esto fue lo que más me impactó la próxima vez que estuve en ese lugar: que posiblemente ocupaba el mismo espacio donde el propio Sócrates se había parado, gesticulado, cuestionado y desafiado. El mismo espacio donde los jóvenes atenienses abrieron sus mentes a nuevas formas de pensar. El mismo lugar donde la tradición del diálogo filosófico, uno de los mayores logros intelectuales de la humanidad, se conservó por primera vez para la posteridad.

El poder de lo anodino

Hay algo profundamente conmovedor en descubrir los orígenes de la filosofía en un entorno tan humilde. No en un palacio ni en un templo, sino en el taller de un obrero. No entre los ricos y poderosos, sino en conversaciones entre un comerciante y jóvenes curiosos. No preservadas en grandes bibliotecas, sino registradas por alguien cuya principal preocupación era mantener a Atenas a gusto.

Cuando finalmente me alejé de ese modesto cartel y continué mi exploración del Ágora, llevé conmigo una renovada apreciación por los lugares anodinos en los que suceden cosas notables.

¡De todas formas, me pareció bastante genial!
The Cobbler’s Shop, and The First Socratic Dialogues
Regresar al blog

Deja un comentario

Ten en cuenta que los comentarios deben aprobarse antes de que se publiquen.